martes, 3 de abril de 2018

Tocas cada tecla con sus respectivas letras marcadas, como si fueran teclas de un piano, formando las palabras que el miedo no te deja decir en alto...o dibujas cada letra sobre un papel en blanco, ese blanco que te hace coger aire y contenerlo durante largo tiempo, para luego llenar de siluetas cada historia con una ligera timidez...como quien pinta sobre un lienzo, que espera cada color, cada matiz, cada explosión de vida...y te dispones a conjugar cada verbo, siguiendo cada pentagrama de tu improvisación, de tus ideas...y a veces los dedos se quedan parados, esperando el impulso para no dejar de pulsar, de dibujar...y entonces aceleras el pulso, escribiendo sin parar...quién sabe lo que estás a punto de contar...secretos, mundos inventados, deseos, ciencia ficción o la más pura realidad...marcas, tachas, borras, y continúas una vez más...la inspiración empieza a fluir y la melodía empieza a sonar...ahí estás, desnudándote mientras vistes cada pensamiento de letras, de frases que ahora todo el mundo podrá leer...y en ese mismo instante regalas esas sensaciones y dejan de ser (sólo) tuyas...olvidas lo que querías expresar y te conviertes en otro mero observador de la aventura que ante tus ojos se ha presentado...y empieza lo mágico de escribir, de leer, de sentir...descubriendo que puedes llegar a un lugar lejos de cualquier sitio...donde cada uno pueda reencontrarse a su manera...




3WW - Alt-J
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