Te importaba cada vuelta de rueda, cada minuto gastado en ganar a los kilómetros para estar más cerca...tu cuerpo se ponía nervioso, mi sonrisa empezaba a dibujarse en mi rostro...y podía sentir cada ronroneo en mis dedos ansiosos de acariciar tu pelo...y no hubo eternidad que pudiera con nuestras promesas...allí nos encontramos, en un lugar que no era el que todos veían, sino parte de un cuento que con cada mirada íbamos creando...sin sangre azul, sin dragones, no necesitábamos más para salvarnos...derrotamos a gigantes y nos hicimos dueños de la luz, e hicimos de un coliseum nuestro reino, y de sábanas en el techo nuestros aposentos...nos cubrimos de regalos o de besos...y rompimos cada atardecer con la luna alumbrando nuestros caminos perdidos entre la maleza, entre lagos en los que reflejanos, entre el universo y sus estrellas en nuestras manos...y allí, con esa música que sólo sonaba en nuestras cabezas, nos pusimos a bailar, en medio de la calle, en medio de nuestro continuará...a vista de todos, a vista de nadie...tú y yo, sólo tú y yo...enamorándonos otra vez...